Al analizar esta época, nos percatamos que el boxeo profesional, el béisbol y el atletismo, constituían los deportes más practicados y por tanto de los más destacados, tanto nacional como internacionalmente. Muchos de los deportistas, veían en la práctica de estas disciplinas, la vía de escape para resolver sus precarias situaciones económicas y poder ayudar, de esta manera, a sus seres más queridos, aunque en muchos casos, la realidad del profesionalismo les jugó una mala pasada y terminaron sus vidas de atletas activos, enmarcados en la misma pobreza con la que comenzaron.
Cuando observamos figuras de la talla de Ramón Fonst, campeón Olímpico de esgrima en las Olimpiadas realizadas en Paris 1900 y San Luis 1904, Manuel Dionisio Díaz, titular en 1904 del sable individual y José Raúl Capablanca, campeón mundial de Ajedrez desde 1921 hasta 1927, nos percatamos, que solo la genialidad de estos hombres hizo posible que alcanzaran tales triunfos, en deportes exclusivos para las capas más altas de la sociedad, tanto en nuestro país, como a escala mundial.
Otras modalidades como el Baloncesto, Voleibol, Canotaje, Fútbol y la Natación se practicaban a nivel de clubes y por tanto, la mayoría de la población no tenía acceso a la práctica de las mismas, como mencionamos anteriormente, solo a escala universitaria, algunos atletas accedían a torneos oficiales.
No existía, en nuestro país, el apoyo oficial a la práctica de deportes, nuestra participación en torneos regionales deportivos no pasaba de la presencia física , sin mayores logros en cuanto a resultados y obtención de medallas, sólo algunas figuras alcanzaban notorias actuaciones, tales fueron los casos de nuestro flagrante campeón mundial de boxeo profesional Kid Chocolate y algunos peloteros de la talla de Martín Dihigo, el inmortal, único pelotero elevado al Salón de la Fama en 4 países: Estados Unidos, México, Cuba y Venezuela, resultado éste que representa un récord a nivel internacional. Estas 2 figuras, junto a los ya mencionados Ramón Fonst, Manuel Dionisio Díaz y José Raúl Capablanca, constituyen los más genuinos valuartes de nuestro deporte en la primera mitad del sigloxx y salvaron, a la vez, el nombre de Cuba en la escena deportiva internacional.
Cuando observamos figuras de la talla de Ramón Fonst, campeón Olímpico de esgrima en las Olimpiadas realizadas en Paris 1900 y San Luis 1904, Manuel Dionisio Díaz, titular en 1904 del sable individual y José Raúl Capablanca, campeón mundial de Ajedrez desde 1921 hasta 1927, nos percatamos, que solo la genialidad de estos hombres hizo posible que alcanzaran tales triunfos, en deportes exclusivos para las capas más altas de la sociedad, tanto en nuestro país, como a escala mundial.
Otras modalidades como el Baloncesto, Voleibol, Canotaje, Fútbol y la Natación se practicaban a nivel de clubes y por tanto, la mayoría de la población no tenía acceso a la práctica de las mismas, como mencionamos anteriormente, solo a escala universitaria, algunos atletas accedían a torneos oficiales.
No existía, en nuestro país, el apoyo oficial a la práctica de deportes, nuestra participación en torneos regionales deportivos no pasaba de la presencia física , sin mayores logros en cuanto a resultados y obtención de medallas, sólo algunas figuras alcanzaban notorias actuaciones, tales fueron los casos de nuestro flagrante campeón mundial de boxeo profesional Kid Chocolate y algunos peloteros de la talla de Martín Dihigo, el inmortal, único pelotero elevado al Salón de la Fama en 4 países: Estados Unidos, México, Cuba y Venezuela, resultado éste que representa un récord a nivel internacional. Estas 2 figuras, junto a los ya mencionados Ramón Fonst, Manuel Dionisio Díaz y José Raúl Capablanca, constituyen los más genuinos valuartes de nuestro deporte en la primera mitad del sigloxx y salvaron, a la vez, el nombre de Cuba en la escena deportiva internacional.
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