jueves, 9 de octubre de 2008

Cine Cuba VII

En 1926 el inventor norteamericano Lee De Forest, descubridor del tríodo, que había dado solución a la amplificación del sonido. Ofrece la primera demostración de sonido que se hace en Cuba, por medio del sistema Phono Films. El 1º de febrero hace una demostración en el Teatro Nacional.
El acontecimiento llenó de público el teatro y contó con la presencia del presidente de la República Gerardo Machado, quien, entusiasmado, con el invento, facilitó a De Forest $50,000 para que instalara un laboratorio, este, luego de un documental sonoro que hizo se fue del país. Sin embargo, el general Machado, confiado en el cine como medio de propaganda, funda, a finales de esa década un departamento de cinematografía que edita un noticiero silente para la exclusiva propaganda de su gobierno.
A partir de 1927 comienzan a llegar a la isla películas sonoras como: Don Juan, El cantante de jazz, esta última fue estrenada con una gran expectativa porque era la primera película con sonido directo, grabado en la cinta, producida en los Estados Unidos. Este filme que solo reproducía la música y una frase dicha por un autor, causó una gran conmoción en el público que por primera vez oía la voz humana en la pantalla, no en una canción, sino hablando. Los días del silente ya están contados, aunque en Cuba no se producirá hasta 1931 otro nuevo intento de dotar de sonido al cine.
En 1929 en medio de la crisis económica por la que atravesó los Estados Unidos, recién nacido el cine sonoro, se generó un auge en la industria cinematográfica, por la necesidad que tuvo el público de evadir la realidad y buscar en la sala oscura la posibilidad de un escape, que provoca una ascensión de la industria y la continuidad de su crecimiento.
El cine sonoro encontró a un público dispuesto, por su necesidad de refugiarse para olvidar por un momento sus angustias materiales, es importante señalar que hubo un rechazo de la intelectualidad hacia él, por considerar que traía consigo un empobrecimiento de la expresión cinematográfica por la inmovilización de la cámara y por anteponer el sonido a todos los anteriores logros técnicos.
En Cuba, al igual que en los Estados Unidos, el público reaccionó positivamente, en un primer momento, por la novedad y por encontrar en el cine el remedio transitorio para sus tristezas económicas. Pero también tuvo sus detractores entre ensayistas y escritores.
La reacción de intelectuales y artistas fue en contra del medio como una de las fuentes más directa de penetración. Su crítica exponía fundamentalmente la inconformidad porque imponía al espectador, además de un producto extranjero en imágenes el hecho de que el diálogo que lo apoyaba era en inglés, idioma que la mayoría del público no entendía y que, insistían, convertía al cine en un arma de mayor influencia ideológica de los Estados Unidos en el país. Claro que poco después este comenzó a traducirlas.
Los cines Fausto, El Encanto y Campoamor en la ciudad de La Habana fueron los primeros en instalar la técnica del sonoro en sus salas. Es de señalar el hecho de que aunque el cine sonoro era una realidad, el silente no desapareció de un golpe, pues la producción de filmes sonoros no podía aún cubrir las necesidades del público. En el período coexisten el incipiente cine sonoro y el ya en vías de desaparecer cine silente, sobre todo en el interior del país. En la prensa se anunciaba discretamente que las películas eran habladas en inglés.

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